#Metáfora

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El nodo es la guarida de lo insólito
La metáfora miente. Al decir su verdad subvierte la forma de las cosas, las altera. La metáfora nombra desde la periferia, tiende hacia lo que quiere palpar desde la referencia de lo que sí conoce. La metáfora muestra algo como no es y en ese ejercicio revela aspectos primigenios de lo que nombra. Diciendo lo que no es la metáfora afirma. Su mérito es mostrarnos la novedad de lo que ya sabemos. Así, la capacidad de la metáfora para poner en relación elementos conceptuales y perceptivos en principio disociados, dotándolos de un nuevo significado a la vez asombroso y asimilable, ha provocado una gran fascinación desde campos del saber aparentemente incompatibles. Quizás porque su funcionamiento es a la vez sencillo y sofisticado, en el estudio de la metáfora convergen —y divergen— distintas disciplinas, antiguas, modernas y recién surgidas. Desde la retórica clásica de Aristóteles, pasando por la epistemología de la metáfora de Hans Blumemberg o Paul De Man, la semiótica de Paul Ricœur, hasta la lingüística cognitiva de George Lakoff o las recién incorporadas neurociencias de Jerome Feldman o Matthias Benedek, todo tipo de investigadores encuentran en la metáfora un artefacto de fascinante complejidad. [seguir leyendo…]

 
Necesidad de la metáfora | Amelia Gamoneda
La metáfora es la manifestación de una necesidad humana. No de una necesidad de belleza, o al menos no de una belleza cuya superficialidad la haga hermana del ornato. La necesidad lo es de conocimiento, vale decir: de expresión del conocimiento mediante el instrumento que nos hace humanos, mediante el lenguaje. Sí, es cierto, la metáfora trasciende el lenguaje, es operación de pensamiento, es incluso base de todo pensamiento, dice la ciencia cognitiva; pero cómo saber quién moldea a quién metafóricamente, quién fue antes —si el lenguaje o el pensamiento...—. No es preciso recorrer hacia atrás el tiempo —hasta ese momento en que nacimos como humanos— para saber que el mundo es complejo y que esa complejidad es difícil de nombrar —de conocer mediante el lenguaje—. Para el hombre, la complejidad del mundo —ese todo que es mayor que la suma de sus partes y donde el comportamiento de las interacciones de esas partes no puede ser deducido del comportamiento de cada una— es un desafío cognitivo y por tanto lingüístico. La ciencia se ocupa del primero e inventa lenguajes formales para el segundo.
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Atravesar la merma: Condición de red-emergente de la metáfora | Iván Méndez González
[…] En sus trabajos acerca de la pulsión metafórica del lenguaje George Lakoff y Mark Johnson han defendido la idea de que las metáforas son actualizadas como forma de poner en relación la experiencia humana con el sistema sensoriomotor. En su obra Philosophy in the Flesh: The Embodied Mind and its Challenge to Western Thought, estos autores abundaban en las propuestas defendidas en sus trabajos precedentes. La metáfora les vale para extender la dimensión de los dominios conceptuales de un campo semántico a otro. Siendo de esta manera, la noción tradicional de metáfora les resulta válida para soluciones creativas, propiciando una disrupción semántica en el habla convencional. De manera que el estudio de la metaforicidad pone entre paréntesis las posibilidades de validación de la creencia verdadera, que había sido fundamental para el conocimiento científico, al menos desde el Teeteto de Platón. Por tal motivo, proponían una consideración de lo verdadero en tanto corpóreo. Para estos dos investigadores, hablar de las formas de representarse la corporalidad resultaría de gran importancia a la hora de tratar de comprender cómo interactúa el cerebro del hombre con el mundo.
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Metáfora y neuroimagen: Cómo arte y neurociencia se nutren mutuamente | Clara Martin
Desde los años noventa, los avances en neuroimagen —técnicas de exploración del funcionamiento del cerebro tales como la resonancia magnética nuclear y la electroencefalografía— han revolucionado la investigación del cerebro humano y de la cognición. Estas técnicas permiten, entre otras cosas, explorar el procesamiento cerebral del lenguaje; no sólo el lenguaje literal sino también el figurativo —por ejemplo, la comprensión de la ironía, el humor, la metáfora, etc.—. Por lo tanto, es posible argumentar que disciplinas recientes —como la neurociencia— se cruzan con otras más antiguas —como las humanidades y el arte— y se nutren mutuamente. Un ejemplo de esta relación transdisciplinar es el estudio de la metáfora. Diversos estudios de resonancia se han llevado a cabo con el propósito de identificar actividades cerebrales propias del pensamiento metafórico, es decir, regiones del cerebro que se activan más al tratar el lenguaje metafórico que el literal.
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Realismo complejo (o la línea Año Cero de las cosas) | Agustín Fernández Mallo
Piense en esto: de las lenguas hoy muertas sólo conservamos sus textos, sus grafías, pero no el registro sonoro, de modo que poca o ninguna idea tenemos de cómo los antiguos pronunciaban sus palabras. Si pudiéramos oír hoy a un griego del siglo II a. C. pronunciar
poiesis o a un romano decir rosae, es posible que oyéramos lo que para nosotros serían rugidos o el canto de un pájaro. Sólo pensar en la Cleopatra de Elizabeth Taylor emitiendo sonidos como de perro, ballena o robot, un escalofrío echaría por tierra gran parte de nuestra idea de cómo las civilizaciones nos hallamos conectadas en el tiempo. Nos queda la materialidad muda de aquella escritura, y le procuramos un paisaje sonoro, una metáfora sonora construida como pactada fantasía. Así, sólo el sonido grabado o de algún modo registrado convoca el pasado en tiempo real. De ahí la importancia que se le da a las voces en los conciertos de música, los mítines políticos o el espiritismo. Quizás, la voz de poeta más antigua registrada son los 35 segundos de recitación del poema «América», leído en 1890 por su propio autor, Walt Whitman, y grabado en un primitivo cilindro de cera. Apenas 35 segundos en los que además de parecer llegar el poeta desde ultratumba para hablarnos directamente, también podemos pensar que es fundado el Año Cero de la recitación poética tal como hoy la conocemos. Así, con intención de interpretar señales vamos de excursión al pasado —o al presente remoto— y de allí traemos fragmentos, que posteriormente interpretamos. Los ejemplos se suceden: viajes físicos que nos llevan a lugares no pisados —típicamente el fenómeno colonial, hoy turístico— para regresar con diversas interpretaciones de «el otro» y aplicar a esos fragmentos extrapolaciones ajustadas a nuestros criterios culturales. [seguir leyendo…]

 
Una aproximación a la metáfora desde la teoría de conjuntos | Javier Moreno
Fueron los matemáticos John von Neumann y Ernst Zermelo los que en la década de los años veinte del pasado siglo vieron la necesidad de introducir un nuevo axioma en la teoría de conjuntos que resolviera algunas de las paradojas a las que conducía la formalización de Bertrand Russell y Alfred Whitehead en sus Principia Mathematica. Este axioma —conocido como «Axioma de Regularidad» o «Axioma de Fundación»— evitaba la existencia de conjuntos patológicos como —entre otros— eran aquellos capaces de contenerse a sí mismos. […] La de Zermelo-Fraenkel no es la única axiomática posible de la teoría de conjuntos. Ya Kurt Gödel demostró que existían enunciados verdaderos que no podían ser demostrados y, como una de sus consecuencias, es posible encontrar formulaciones axiomáticas alternativas —cada cual incluyendo, condignamente, un enunciado o su contrario—.
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Peligros y riquezas de la metáfora científica en literatura | Vicente Luis Mora
Es casi un lugar común reconocer que el
gran relato de nuestro tiempo no está siendo escrito por la literatura, sino por la ciencia. Por desgracia, no son ya las hazañas narrativas de John Maxwell Coetzee, Alice Munro o Thomas Pynchon las que despiertan el asombro de nuestra sociedad y su apetencia por las grandes historias, sino el CERN ginebrino o los descubrimientos acerca del genoma humano o del cerebro. Es muy lógico, en tales condiciones, que los escritores tomen conciencia de ese cambio de planteamiento y hayan plegado velas, reconociendo el inmenso trabajo científico de profundización tanto en el cosmos como en el interior de los cuerpos y, en vez de oponerse absurdamente a la ciencia, hayan caído en su magia explicativa y metafórica. Si bien desde Lucrecio se ha escrito literatura con ciencia a la vista, cabe apreciar hoy una dimensión más honda y diversa del fenómeno, quizá por la inversión producida en el imaginario que antes señalábamos, y hay más especulación científica en las humanidades que nunca. Algunos empleos argumentativos han despertado algunas críticas acérrimas, como las del físico Alan Sokal, pero esas oposiciones no han tenido en cuenta que, en la inmensa mayoría de las ocasiones, los escritores y filósofos no quieren hacer ciencia, sino usarla como comparación o como argumento semántico. [seguir leyendo…]

 
Las curiosas metáforas científicas | Dudley Herschbach
[…] En su fervorosa crítica de la poesía, Marianne Moore dijo que ésta crea «jardines imaginarios con sapos reales» en ellos (en Herschbach, 1996: 11-30). Es algo que también puede aplicarse a la ciencia y a muchas otras actividades intelectuales. Los científicos y los investigadores son jardineros de ideas que intentan cultivar las flores y los frutos del conocimiento. Lo mismo que en la horticultura, un conocimiento nuevo se comprueba apareando unas ideas con otras ya bien establecidas en el jardín. En esta propagación, los errores se revelan como mutaciones inviables. La familia que brota es resistente, pero no es un árbol del conocimiento eterno y universal. Posteriormente la nueva hibridación producirá otra progenie. Cualquier parte del jardín —así como los sapos— puede ser transplantada a otro territorio mientras disponga de tierra adecuada y reciba sol y atención suficientes. En Como gustéis, que tiene lugar en un jardín imaginario, Shakespeare dice: «Dulces son las maneras / los hábitos/ de la adversidad, / que, como el sapo feo y venenoso, / siempre lleva una joya en la cabeza». Tal vez fue este símil el que inspiró la metáfora de Moore, aunque ella habla de un sapo de verdad. Shakespeare hablaba de una adversidad real que un sapo imaginario, feo pero engalanado, vuelve dulce. De hecho, los adelantos científicos importantes, logrados mediante una perseverancia y fortaleza extraordinarias, son merecidamente recompensados.
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Otros tipos de conocimiento | Melissa Pierce Murray
[…] Si bien la metáfora es moneda corriente en la práctica artística, los científicos también la utilizan cuando interpretan datos proponiendo un modelo que explica o aclara el trabajo. La metáfora es un componente necesario para imaginar y elaborar una comprensión del mundo. Los buenos comunicadores de cuestiones científicas, ya sea en el seno de su propia comunidad o cuando se dirigen a un público más amplio, emplean metáforas para estimular el debate y transmitir ideas. Los científicos, aunque en general no lo admitan ni piensen en ello, también emplean metáforas cuando reflexionan acerca de sus propios trabajos. Por ejemplo, al dibujar un objeto imperceptible a simple vista, se entiende que el científico no está tratando de dibujar el objeto en sí, sino que emplea una combinación de imágenes, palabras y ecuaciones capaz de comunicar eficazmente una idea. Sin embargo, a diferencia de los artistas, los científicos no están entrenados ni alentados expresamente para reflexionar críticamente sobre las metáforas que usan.
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