#Emergencia

De las moléculas a la creatividad
No nos llevamos muy bien con la complejidad. No sabemos exactamente qué es ni cómo funciona. No hemos podido definirla con precisión y no podemos abordar su estudio científico con métodos que fueron desarrollados para tratar sistemas sencillos, casi triviales. Tenemos, además, una particular dificultad para comprender el origen de lo complejo y la posibilidad de la autoorganización; de la emergencia de lo complejo a partir del "caos". Y en medio de esa perplejidad hemos recurrido en ocasiones a explicaciones vitalistas o animistas para dar cuenta del mundo natural que nos rodea. Todo parece tan sublime, tan armónico, tan funcional que es tremendamente fácil caer en la tentación de pensar que "algo" o "alguien" tuvo que haber "diseñado" este mundo. En 1802 William Paley concibió, en su obra Teología Natural, la famosa analogía del relojero según la cual, si los complejos mecanismos del interior de un reloj requieren un diseñador inteligente -el relojero- entonces los seres vivos, que son aún mucho más complejos que un reloj, requieren también de un diseñador inteligente -un creador-. Según Paley, "si encontrásemos un reloj en medio de un bosque, entenderíamos enseguida que la complejidad de las piezas y la disposición de las mismas requieren de un diseñador y que éstas han sido concebidas con un propósito". Sin embargo, la diferencia entre el reloj y los seres vivos es que mientras el primero tiene un propósito, los segundos, aunque nos pese admitirlo, no tienen ninguno. La vida simplemente surge, emerge; sin intenciones, ni objetivos ni metas. Casi dos siglos más tarde Richard Dawkins publica El relojero ciego (1986), un ensayo en el que refuta las ideas expuestas por Paley. Allí Dawkins argumenta que el "supuesto relojero" no tiene propósitos a largo plazo. La complejidad simplemente va emergiendo como consecuencia de la acumulación progresiva de pequeños cambios en un entorno apropiado. Además, señala Dawkins, si bien los seres vivos son muy complejos están lejos de ser perfectos. Y para ejemplificar este punto "contraataca" hablando de las limitaciones e ineficiencias del ojo humano; órgano que Paley consideraba el súmmum de la perfección. A través de diversos ejemplos va mostrando cómo, sin necesidad de intervención externa de ningún tipo, la emergencia de la complejidad puede darse de manera natural y espontánea. [seguir leyendo…]
No nos llevamos muy bien con la complejidad. No sabemos exactamente qué es ni cómo funciona. No hemos podido definirla con precisión y no podemos abordar su estudio científico con métodos que fueron desarrollados para tratar sistemas sencillos, casi triviales. Tenemos, además, una particular dificultad para comprender el origen de lo complejo y la posibilidad de la autoorganización; de la emergencia de lo complejo a partir del "caos". Y en medio de esa perplejidad hemos recurrido en ocasiones a explicaciones vitalistas o animistas para dar cuenta del mundo natural que nos rodea. Todo parece tan sublime, tan armónico, tan funcional que es tremendamente fácil caer en la tentación de pensar que "algo" o "alguien" tuvo que haber "diseñado" este mundo. En 1802 William Paley concibió, en su obra Teología Natural, la famosa analogía del relojero según la cual, si los complejos mecanismos del interior de un reloj requieren un diseñador inteligente -el relojero- entonces los seres vivos, que son aún mucho más complejos que un reloj, requieren también de un diseñador inteligente -un creador-. Según Paley, "si encontrásemos un reloj en medio de un bosque, entenderíamos enseguida que la complejidad de las piezas y la disposición de las mismas requieren de un diseñador y que éstas han sido concebidas con un propósito". Sin embargo, la diferencia entre el reloj y los seres vivos es que mientras el primero tiene un propósito, los segundos, aunque nos pese admitirlo, no tienen ninguno. La vida simplemente surge, emerge; sin intenciones, ni objetivos ni metas. Casi dos siglos más tarde Richard Dawkins publica El relojero ciego (1986), un ensayo en el que refuta las ideas expuestas por Paley. Allí Dawkins argumenta que el "supuesto relojero" no tiene propósitos a largo plazo. La complejidad simplemente va emergiendo como consecuencia de la acumulación progresiva de pequeños cambios en un entorno apropiado. Además, señala Dawkins, si bien los seres vivos son muy complejos están lejos de ser perfectos. Y para ejemplificar este punto "contraataca" hablando de las limitaciones e ineficiencias del ojo humano; órgano que Paley consideraba el súmmum de la perfección. A través de diversos ejemplos va mostrando cómo, sin necesidad de intervención externa de ningún tipo, la emergencia de la complejidad puede darse de manera natural y espontánea. [seguir leyendo…]
Emergencia | Markus I. Eronen
Emergencia se ha convertido en algo así como una palabra de moda en ciencia y en filosofía. Se considera que son emergentes la inteligencia de enjambre, el mercado de valores, la conciencia, las instituciones sociales, la agencia humana, los patrones de los copos de nieve, la temperatura, los fenómenos atmosféricos, las leyes clásicas de la mecánica, la vida misma. Estos ejemplos muestran claramente que la emergencia se da en muchas formas y grados y que no es una noción unitaria. Sin embargo, se puede deducir lo que es la emergencia a partir de los diferentes usos de la palabra. La idea central es que los fenómenos emergentes son impredecibles, novedosos o irreductibles, pero lo son de tal forma que no violen las leyes de la naturaleza o requieran postular nuevas clases de entidades, fuerzas o substancias. Desde esta perspectiva, no debe sorprendernos la popularidad del concepto de emergencia: se puede emplear para captar la complejidad e impredecibilidad de la naturaleza sin dejar de tener por ello una visión del mundo básicamente naturalista y científica. En la bibliografía especializada se hace referencia a varias subcategorías y formas de la emergencia; basta con trazar aquí una distinción general entre emergencia ontológica y epistémica. La emergencia ontológica corresponde a tipos completamente nuevos de propiedades y efectos causales que son fundamentales y no se pueden reducir a un nivel inferior. Por ejemplo, los primeros emergentistas, como Samuel Alexander, sostenían que la vida no puede ser reducida a las interacciones físicas y químicas, sino que constituye un orden de la existencia completamente nuevo. Esta idea se complementa a menudo con la noción de "causalidad descendente", cuando las propiedades del nivel emergente pueden influir directamente en los procesos -físicos y químicos- de nivel inferior. Por el contrario, la emergencia epistémica se refiere sólo a nuestra imposibilidad de predecir o explicar. Por ejemplo, si se afirma que el comportamiento de una colonia de hormigas es emergente porque es imposible predecir o explicar el comportamiento de la colonia basándose en el comportamiento de cada una de las hormigas, estamos ante un uso epistémico del término. No implica que en la colonia de hormigas se dan nuevos tipos de propiedades irreductibles o efectos causales. [seguir leyendo…]
Emergencia se ha convertido en algo así como una palabra de moda en ciencia y en filosofía. Se considera que son emergentes la inteligencia de enjambre, el mercado de valores, la conciencia, las instituciones sociales, la agencia humana, los patrones de los copos de nieve, la temperatura, los fenómenos atmosféricos, las leyes clásicas de la mecánica, la vida misma. Estos ejemplos muestran claramente que la emergencia se da en muchas formas y grados y que no es una noción unitaria. Sin embargo, se puede deducir lo que es la emergencia a partir de los diferentes usos de la palabra. La idea central es que los fenómenos emergentes son impredecibles, novedosos o irreductibles, pero lo son de tal forma que no violen las leyes de la naturaleza o requieran postular nuevas clases de entidades, fuerzas o substancias. Desde esta perspectiva, no debe sorprendernos la popularidad del concepto de emergencia: se puede emplear para captar la complejidad e impredecibilidad de la naturaleza sin dejar de tener por ello una visión del mundo básicamente naturalista y científica. En la bibliografía especializada se hace referencia a varias subcategorías y formas de la emergencia; basta con trazar aquí una distinción general entre emergencia ontológica y epistémica. La emergencia ontológica corresponde a tipos completamente nuevos de propiedades y efectos causales que son fundamentales y no se pueden reducir a un nivel inferior. Por ejemplo, los primeros emergentistas, como Samuel Alexander, sostenían que la vida no puede ser reducida a las interacciones físicas y químicas, sino que constituye un orden de la existencia completamente nuevo. Esta idea se complementa a menudo con la noción de "causalidad descendente", cuando las propiedades del nivel emergente pueden influir directamente en los procesos -físicos y químicos- de nivel inferior. Por el contrario, la emergencia epistémica se refiere sólo a nuestra imposibilidad de predecir o explicar. Por ejemplo, si se afirma que el comportamiento de una colonia de hormigas es emergente porque es imposible predecir o explicar el comportamiento de la colonia basándose en el comportamiento de cada una de las hormigas, estamos ante un uso epistémico del término. No implica que en la colonia de hormigas se dan nuevos tipos de propiedades irreductibles o efectos causales. [seguir leyendo…]
Entre las moléculas y la vida: Dos metáforas para indagar sobre la emergencia de la organización biológica | Kepa Ruiz-Mirazo
Mi propósito en las líneas que siguen es ofrecer un par de claves para dar cuenta de la emergencia de los sistemas biológicos, no tanto justificar que se trata, efectivamente, de un proceso o fenómeno emergente -algo que asumiré como el posicionamiento epistémico más congruente ante una realidad que se nos presenta muy intrincada, a múltiples niveles de observación-. Dichas claves toman la forma de sendas metáforas aplicadas al universo químico, al dominio de las moléculas y sus transformaciones, que es donde se gestan los procesos de organización de la materia que pueden dar lugar a un juego tan complejo como el que pusieron en marcha los primeros seres vivos sobre la Tierra. La física establece las bases, el tablero sobre el que va a discurrir la partida. Pero la gracia de la química -y de la química orgánica, en especial- es que proporciona un mundo enormemente diverso de posibilidades de construir piezas -moléculas- y reglas de comportamiento dinámico -procesos de transformación- sobre dicho tablero. Esto se debe a que a medida que se sintetizan estructuras moleculares y comienzan a interactuar unas con otras, su naturaleza y estabilidad pueden cambiar de manera radical. El encuentro y las relaciones de afinidad/indiferencia/repulsión de una molécula con otras a su alrededor pueden llegar a ejercer una influencia tan importante sobre la primera que incluso supongan su exclusión del juego o, siendo parte de él, forzarla a desaparecer como tal, invitándola a transformarse en otra molécula distinta, o en varias, con nuevas propiedades. Es como si inventáramos un juego tan dinámico que según se van construyendo las piezas y se van poniendo sobre el tablero, ellas mismas fueran estableciendo -en función de su número, forma, color, cercanía relativa- la manera en que cada cual se va a comportar a continuación. Y la cosa es más complicada aún, puesto que el proceso de síntesis de las piezas tiene lugar sobre el mismo tablero y está condicionado por el juego que se pone en marcha. Así pues, ya tenemos aquí nuestra primera metáfora: las "moléculas" entendidas no sólo como las piezas sino como las propias "reglas" de un complejo juego dinámico: reglas locales y continuamente modificables. [seguir leyendo…]
Mi propósito en las líneas que siguen es ofrecer un par de claves para dar cuenta de la emergencia de los sistemas biológicos, no tanto justificar que se trata, efectivamente, de un proceso o fenómeno emergente -algo que asumiré como el posicionamiento epistémico más congruente ante una realidad que se nos presenta muy intrincada, a múltiples niveles de observación-. Dichas claves toman la forma de sendas metáforas aplicadas al universo químico, al dominio de las moléculas y sus transformaciones, que es donde se gestan los procesos de organización de la materia que pueden dar lugar a un juego tan complejo como el que pusieron en marcha los primeros seres vivos sobre la Tierra. La física establece las bases, el tablero sobre el que va a discurrir la partida. Pero la gracia de la química -y de la química orgánica, en especial- es que proporciona un mundo enormemente diverso de posibilidades de construir piezas -moléculas- y reglas de comportamiento dinámico -procesos de transformación- sobre dicho tablero. Esto se debe a que a medida que se sintetizan estructuras moleculares y comienzan a interactuar unas con otras, su naturaleza y estabilidad pueden cambiar de manera radical. El encuentro y las relaciones de afinidad/indiferencia/repulsión de una molécula con otras a su alrededor pueden llegar a ejercer una influencia tan importante sobre la primera que incluso supongan su exclusión del juego o, siendo parte de él, forzarla a desaparecer como tal, invitándola a transformarse en otra molécula distinta, o en varias, con nuevas propiedades. Es como si inventáramos un juego tan dinámico que según se van construyendo las piezas y se van poniendo sobre el tablero, ellas mismas fueran estableciendo -en función de su número, forma, color, cercanía relativa- la manera en que cada cual se va a comportar a continuación. Y la cosa es más complicada aún, puesto que el proceso de síntesis de las piezas tiene lugar sobre el mismo tablero y está condicionado por el juego que se pone en marcha. Así pues, ya tenemos aquí nuestra primera metáfora: las "moléculas" entendidas no sólo como las piezas sino como las propias "reglas" de un complejo juego dinámico: reglas locales y continuamente modificables. [seguir leyendo…]
Proteínas, priones y recuerdos | Silvina Cerveny
Difícilmente nos definiríamos a nosotros mismos como una colección de átomos bien organizados. Sin embargo, la biología, en su afán por entender el funcionamiento de los seres vivos, ha establecido una organización que encadena jerarquías que van desde los átomos hasta la biosfera. Los átomos con relevancia biológica son los llamados "CHONPS" -carbono, hidrógeno, oxigeno, nitrógeno, fósforo y azufre-. Los CHONPS se pueden organizar en moléculas simples como el agua -H2O- o en moléculas más complejas como los biopolímeros -hidratos de carbono, ácidos nucleicos, lípidos o proteínas-. A su vez estas macromoléculas biológicas también se organizan en otras entidades: las células. En este nuevo nivel de organización se produce un salto cualitativo de crucial importancia ya que, a diferencia de los biopolímeros, la célula está viva. La célula desempeña ciertas funciones características que definen la propiedad "vida" y que no se manifiestan en un átomo de carbono o una molécula de agua. Cuando en la célula coexisten todos los elementos del nivel anterior, sus propiedades no son simplemente aditivas y, en su lugar, emergen nuevas propiedades y reglas que no se observan en los componentes individuales. De ello se deriva que en el estudio de la biología -y de otros muchos sistemas con grandes niveles de complejidad como la economía o las sociedades- no sea de gran utilidad el enfoque puramente reduccionista: a pesar de conocer perfectamente las reglas y las propiedades físicas y químicas de los diversos componentes no podemos inferir qué ocurre en los niveles de organización superior en los que aparecen nuevas propiedades que emergen de la combinación de unidades más elementales de materia. También es cierto lo contrario: la comprensión del nivel superior no implica que podamos entender los niveles inferiores. En biología la emergencia adquiere especial relevancia cuando hablamos de sistemas muy complejos como tejidos u órganos, ya que las nuevas propiedades son cada vez más sofisticadas, pero también se manifiesta en niveles inferiores donde la propiedad "vida" aún no ha aparecido. [seguir leyendo…]
Difícilmente nos definiríamos a nosotros mismos como una colección de átomos bien organizados. Sin embargo, la biología, en su afán por entender el funcionamiento de los seres vivos, ha establecido una organización que encadena jerarquías que van desde los átomos hasta la biosfera. Los átomos con relevancia biológica son los llamados "CHONPS" -carbono, hidrógeno, oxigeno, nitrógeno, fósforo y azufre-. Los CHONPS se pueden organizar en moléculas simples como el agua -H2O- o en moléculas más complejas como los biopolímeros -hidratos de carbono, ácidos nucleicos, lípidos o proteínas-. A su vez estas macromoléculas biológicas también se organizan en otras entidades: las células. En este nuevo nivel de organización se produce un salto cualitativo de crucial importancia ya que, a diferencia de los biopolímeros, la célula está viva. La célula desempeña ciertas funciones características que definen la propiedad "vida" y que no se manifiestan en un átomo de carbono o una molécula de agua. Cuando en la célula coexisten todos los elementos del nivel anterior, sus propiedades no son simplemente aditivas y, en su lugar, emergen nuevas propiedades y reglas que no se observan en los componentes individuales. De ello se deriva que en el estudio de la biología -y de otros muchos sistemas con grandes niveles de complejidad como la economía o las sociedades- no sea de gran utilidad el enfoque puramente reduccionista: a pesar de conocer perfectamente las reglas y las propiedades físicas y químicas de los diversos componentes no podemos inferir qué ocurre en los niveles de organización superior en los que aparecen nuevas propiedades que emergen de la combinación de unidades más elementales de materia. También es cierto lo contrario: la comprensión del nivel superior no implica que podamos entender los niveles inferiores. En biología la emergencia adquiere especial relevancia cuando hablamos de sistemas muy complejos como tejidos u órganos, ya que las nuevas propiedades son cada vez más sofisticadas, pero también se manifiesta en niveles inferiores donde la propiedad "vida" aún no ha aparecido. [seguir leyendo…]
El altruismo ¿epifenómeno o propiedad emergente? | Juan Ignacio Pérez Iglesias
La existencia de sistemas complejos autoorganizados que procesan energía y se autorreplican -la vida-, constituye un ejemplo de emergencia. Entre los componentes básicos de las células y la maquinaria celular hay un gran salto de complejidad. Igualmente, el desarrollo ontogénico, o sea, el proceso de diferenciación y crecimiento de diferentes órganos y tejidos a partir de una única célula conlleva también un gran salto: el organismo resultante es mucho más complejo que el punto de partida, la célula inicial. Células y organismos son claros ejemplos de entidades con rasgos emergentes. En estos casos se produce causación descendente, pues el nivel de organización superior ejerce efectos sobre la forma en que funcionan los niveles inferiores; por lo tanto, se trataría de ejemplos de "emergencia fuerte". ¿Qué cabría decir del altruismo? ¿Se trata de un rasgo emergente o de un mero epifenómeno? Para analizar este asunto conviene identificar de forma adecuada la unidad de selección. George C. Williams propuso que en la evolución la unidad de selección es el gen. En la terminología de Richard Dawkins, principal propagandista de esa idea, el gen es el replicador, la unidad que se multiplica y que da lugar a la producción de proteínas y, con éstas, de las unidades funcionales superiores -esto es, individuos y grupos-. Éstos no serían más que vehículos de los replicadores. Si, efectivamente, el gen es la unidad sobre la que actúa la selección natural, las propiedades del proceso evolutivo podrían ser deducidas a partir del conocimiento de las propiedades del genoma. Dado que el azar cumple un papel importante en ese proceso, el devenir de cada uno de los genes no sería predecible, pero sus propiedades sí podrían derivarse a partir del conocimiento de los mecanismos básicos de replicación y funcionamiento del genoma. Las cosas, sin embargo, cambian si la unidad de selección es el organismo. Cuando actúan sobre un individuo diferentes presiones selectivas, son muy variados los genes de los que dependen las funciones potencialmente relevantes a los efectos de esas presiones. Y en ocasiones ocurre que los efectos de la selección de una variante génica interaccionan con los de la selección de otras. La complejidad que resulta de la acción combinada de varias presiones selectivas sobre una misma función biológica hace que no sea posible anticipar las propiedades del organismo en su integridad. Y no sólo eso: dado que el valor adaptativo de unas y otras variantes depende del conjunto de influencias genéticas, sería muy probable que se dieran fenómenos de causación descendente, ya que la aparición de ciertos rasgos podría incidir en la probabilidad de que se seleccionaran otros o, incluso, que se llegaran a modificar algunas presiones selectivas. [seguir leyendo…]
La existencia de sistemas complejos autoorganizados que procesan energía y se autorreplican -la vida-, constituye un ejemplo de emergencia. Entre los componentes básicos de las células y la maquinaria celular hay un gran salto de complejidad. Igualmente, el desarrollo ontogénico, o sea, el proceso de diferenciación y crecimiento de diferentes órganos y tejidos a partir de una única célula conlleva también un gran salto: el organismo resultante es mucho más complejo que el punto de partida, la célula inicial. Células y organismos son claros ejemplos de entidades con rasgos emergentes. En estos casos se produce causación descendente, pues el nivel de organización superior ejerce efectos sobre la forma en que funcionan los niveles inferiores; por lo tanto, se trataría de ejemplos de "emergencia fuerte". ¿Qué cabría decir del altruismo? ¿Se trata de un rasgo emergente o de un mero epifenómeno? Para analizar este asunto conviene identificar de forma adecuada la unidad de selección. George C. Williams propuso que en la evolución la unidad de selección es el gen. En la terminología de Richard Dawkins, principal propagandista de esa idea, el gen es el replicador, la unidad que se multiplica y que da lugar a la producción de proteínas y, con éstas, de las unidades funcionales superiores -esto es, individuos y grupos-. Éstos no serían más que vehículos de los replicadores. Si, efectivamente, el gen es la unidad sobre la que actúa la selección natural, las propiedades del proceso evolutivo podrían ser deducidas a partir del conocimiento de las propiedades del genoma. Dado que el azar cumple un papel importante en ese proceso, el devenir de cada uno de los genes no sería predecible, pero sus propiedades sí podrían derivarse a partir del conocimiento de los mecanismos básicos de replicación y funcionamiento del genoma. Las cosas, sin embargo, cambian si la unidad de selección es el organismo. Cuando actúan sobre un individuo diferentes presiones selectivas, son muy variados los genes de los que dependen las funciones potencialmente relevantes a los efectos de esas presiones. Y en ocasiones ocurre que los efectos de la selección de una variante génica interaccionan con los de la selección de otras. La complejidad que resulta de la acción combinada de varias presiones selectivas sobre una misma función biológica hace que no sea posible anticipar las propiedades del organismo en su integridad. Y no sólo eso: dado que el valor adaptativo de unas y otras variantes depende del conjunto de influencias genéticas, sería muy probable que se dieran fenómenos de causación descendente, ya que la aparición de ciertos rasgos podría incidir en la probabilidad de que se seleccionaran otros o, incluso, que se llegaran a modificar algunas presiones selectivas. [seguir leyendo…]
Lo adyacente posible: restringir para posibilitar | Stuart Kauffman
Me propongo analizar la relación entre la idea de restricción (o ligadura, constricción) y la de posibilitación. La posibilitación no es un término de la ciencia newtoniana que exprese matemáticamente la causa eficiente de Aristóteles. La física clásica sólo tiene en cuenta lo que realmente sucede, incluso en los sistemas caóticos deterministas en los que los pronósticos fallan. Posibilitar es "hacer algo posible". Como veremos, las restricciones son primordiales para activar posibilidades. Ningunos de los dos conceptos forma parte de la física clásica. Pongamos por caso una partida de ajedrez. Las reglas del ajedrez son restricciones. Sin ellas -por eso es que son restricciones- no se podría determinar cuáles son los movimientos legalmente permitidos. Sin estas reglas sería imposible jugar una partida de ajedrez. Las restricciones de las reglas hacen posible, o posibilitan, jugar al ajedrez. Para cualquiera de las posiciones de las piezas de ajedrez sobre el tablero, definamos lo "adyacente posible" como el conjunto de los movimientos permitidos que acto seguido puede hacer un jugador. Ahora comparemos lo "adyacente posible" en el caso del ajedrez y del tres en raya. En este último, cualquiera sea la posición que toque al jugador, está permitida una serie ínfima de movimientos adyacentes posibles. Por lo tanto, las restricciones rigen, en el caso de los juegos, la variedad de los siguientes movimientos adyacentes posibles. Llamemos a esta diversidad "el tamaño de lo adyacente posible". Es mucho más grande en el ajedrez que en el tres en raya, y más grande aún que en el ajedrez en el Go. En est0os juegos los movimientos permitidos están definidos con precisión por las reglas, son por lo tanto "algorítmicos", vale decir: "rige lo siguiente". Pensemos ahora en el fútbol -o soccer en Estados Unidos-. Las reglas del fútbol determinan cuáles han de ser los "movimientos" permitidos, pero los pormenores de cada movimiento o acción no están definidos con precisión, por lo tanto no son algorítmicos. Los jugadores de fútbol varían sus acciones y reacciones de infinitas maneras. Más aún, las reglas han ido evolucionando con el tiempo de suerte que el fútbol es hoy un deporte fascinante. ¿Por qué estas reglas, que son restricciones que hacen posible jugar al fútbol, han evolucionado de suerte que este juego es tan fascinante? No lo sabemos. En cierto modo las reglas, que son activadoras de restricciones han evolucionado como para que los jugadores descubran adyacentes posibles entrecruzados durante el juego lo suficientemente sofisticados como para que el fútbol sea competitivo y maravilloso y tenga millones de seguidores. [seguir leyendo…]
Me propongo analizar la relación entre la idea de restricción (o ligadura, constricción) y la de posibilitación. La posibilitación no es un término de la ciencia newtoniana que exprese matemáticamente la causa eficiente de Aristóteles. La física clásica sólo tiene en cuenta lo que realmente sucede, incluso en los sistemas caóticos deterministas en los que los pronósticos fallan. Posibilitar es "hacer algo posible". Como veremos, las restricciones son primordiales para activar posibilidades. Ningunos de los dos conceptos forma parte de la física clásica. Pongamos por caso una partida de ajedrez. Las reglas del ajedrez son restricciones. Sin ellas -por eso es que son restricciones- no se podría determinar cuáles son los movimientos legalmente permitidos. Sin estas reglas sería imposible jugar una partida de ajedrez. Las restricciones de las reglas hacen posible, o posibilitan, jugar al ajedrez. Para cualquiera de las posiciones de las piezas de ajedrez sobre el tablero, definamos lo "adyacente posible" como el conjunto de los movimientos permitidos que acto seguido puede hacer un jugador. Ahora comparemos lo "adyacente posible" en el caso del ajedrez y del tres en raya. En este último, cualquiera sea la posición que toque al jugador, está permitida una serie ínfima de movimientos adyacentes posibles. Por lo tanto, las restricciones rigen, en el caso de los juegos, la variedad de los siguientes movimientos adyacentes posibles. Llamemos a esta diversidad "el tamaño de lo adyacente posible". Es mucho más grande en el ajedrez que en el tres en raya, y más grande aún que en el ajedrez en el Go. En est0os juegos los movimientos permitidos están definidos con precisión por las reglas, son por lo tanto "algorítmicos", vale decir: "rige lo siguiente". Pensemos ahora en el fútbol -o soccer en Estados Unidos-. Las reglas del fútbol determinan cuáles han de ser los "movimientos" permitidos, pero los pormenores de cada movimiento o acción no están definidos con precisión, por lo tanto no son algorítmicos. Los jugadores de fútbol varían sus acciones y reacciones de infinitas maneras. Más aún, las reglas han ido evolucionando con el tiempo de suerte que el fútbol es hoy un deporte fascinante. ¿Por qué estas reglas, que son restricciones que hacen posible jugar al fútbol, han evolucionado de suerte que este juego es tan fascinante? No lo sabemos. En cierto modo las reglas, que son activadoras de restricciones han evolucionado como para que los jugadores descubran adyacentes posibles entrecruzados durante el juego lo suficientemente sofisticados como para que el fútbol sea competitivo y maravilloso y tenga millones de seguidores. [seguir leyendo…]
Sobre la creatividad lingüística | Jordi Fortuny Andreu
Quizá una de las preguntas más intrigantes de la lingüística teórica es la siguiente: ¿cuáles son los mecanismos que nos permiten expresar, mediante la combinación de unas pocas docenas de símbolos, un sinfín de significados? Cabe precisar que con la expresión "unas pocas docenas de símbolos" no nos referimos a las letras que constituyen un alfabeto, sino al conjunto de unidades abstractas conocidas como "fonemas". En efecto, no todas las lenguas cuentan con tradición escrita, pero sí todas las lenguas cuentan con un sistema de fonemas, es decir, de unidades no significativas que se oponen entre sí. Por ejemplo, podemos comprobar que en castellano existen los fonemas /p/ y /m/, ya que si substituimos una unidad por la otra en el contexto /_álo/ obtenemos dos palabras diferentes, con significados distintos: un sustantivo o bien un adjetivo. El que una lengua se fundamente en un sistema fonológico es un rasgo esencial que debemos tener en cuenta si deseamos comprender el funcionamiento de las lenguas naturales; el que una lengua cuente con alfabeto es, básicamente, una cuestión histórico-cultural. Mediante la combinación de fonemas podemos formular expresiones que no hemos concebido anteriormente, sin que exista un número que delimite cuántas exactamente podemos expresar. Esto es precisamente lo que queremos señalar cuando hablamos de "un sinfín de significados". Es decir, la combinación de fonemas nos permite un uso creativo del lenguaje. Notemos además que somos capaces de referirnos a sucesos pasados y futuros -y no sólo presentes-, a lo que pasa "aquí", pero también a lo que acontece en algún otro lugar. Podemos referirnos no sólo a lo que sucede "realmente", sino incluso a lo que pasa en algún mundo posible diferente del "real"; así, podemos narrar cómo sería viajar al centro de la tierra y especular cómo sería un mundo gobernado por alienígenas, podemos evaluar qué pasará si me tomo un café antes de salir: ¿es posible que pierda el autobús o lo perderé con toda certeza? También debemos tener en cuenta nuestra capacidad de emitir enunciados negativos, interrogativos y exclamativos, y no meramente afirmativos. Es decir, el uso creativo del lenguaje nos permite el "desplazamiento referencial": referirnos a eventos desplazados respeto al acto de habla. [seguir leyendo…]
Quizá una de las preguntas más intrigantes de la lingüística teórica es la siguiente: ¿cuáles son los mecanismos que nos permiten expresar, mediante la combinación de unas pocas docenas de símbolos, un sinfín de significados? Cabe precisar que con la expresión "unas pocas docenas de símbolos" no nos referimos a las letras que constituyen un alfabeto, sino al conjunto de unidades abstractas conocidas como "fonemas". En efecto, no todas las lenguas cuentan con tradición escrita, pero sí todas las lenguas cuentan con un sistema de fonemas, es decir, de unidades no significativas que se oponen entre sí. Por ejemplo, podemos comprobar que en castellano existen los fonemas /p/ y /m/, ya que si substituimos una unidad por la otra en el contexto /_álo/ obtenemos dos palabras diferentes, con significados distintos: un sustantivo o bien un adjetivo. El que una lengua se fundamente en un sistema fonológico es un rasgo esencial que debemos tener en cuenta si deseamos comprender el funcionamiento de las lenguas naturales; el que una lengua cuente con alfabeto es, básicamente, una cuestión histórico-cultural. Mediante la combinación de fonemas podemos formular expresiones que no hemos concebido anteriormente, sin que exista un número que delimite cuántas exactamente podemos expresar. Esto es precisamente lo que queremos señalar cuando hablamos de "un sinfín de significados". Es decir, la combinación de fonemas nos permite un uso creativo del lenguaje. Notemos además que somos capaces de referirnos a sucesos pasados y futuros -y no sólo presentes-, a lo que pasa "aquí", pero también a lo que acontece en algún otro lugar. Podemos referirnos no sólo a lo que sucede "realmente", sino incluso a lo que pasa en algún mundo posible diferente del "real"; así, podemos narrar cómo sería viajar al centro de la tierra y especular cómo sería un mundo gobernado por alienígenas, podemos evaluar qué pasará si me tomo un café antes de salir: ¿es posible que pierda el autobús o lo perderé con toda certeza? También debemos tener en cuenta nuestra capacidad de emitir enunciados negativos, interrogativos y exclamativos, y no meramente afirmativos. Es decir, el uso creativo del lenguaje nos permite el "desplazamiento referencial": referirnos a eventos desplazados respeto al acto de habla. [seguir leyendo…]
Emergencia temática. Para una microteoría del relato hiperbreve | Luisa Etxenike
En el microrrelato la epifanía -la emergencia súbita del sentido- no es argumental sino estructural; no está dentro del relato, rodeada de otra sustancia narrativa, sino que constituye el relato mismo, la integridad de su contenido y de su forma. La extensión narrada del microrrelato coincide entonces, exactamente, con el territorio de una epifanía, de una revelación que es, por ello o gracias a ello, siempre de orden temático. Porque la epifanía que constituye el cuento no alumbra su trama sino sus motivos. O por decirlo de otro modo, la epifanía no es en el microrrelato asunto de conciencia -en los personajes- sino conciencia del asunto -para el lector-. Por eso además de fulgurante debe ser concluyente, esto es, situarse al final y desde ahí, en un fogonazo ineludible, orgánico, destapar el tema, sacarlo a relucir.
CAMBIO DE CHAQUETA
Desde la ventana había visto la salida del féretro por la mañana; y a la viuda y los niños, enlutados, volver a casa al atardecer. Sacó del armario una chaqueta parecida a las que el difunto usaba cada día. Se afeitó igual. Luego abrió la caja donde guardaba dinero en efectivo y los extractos de las cuentas corrientes. Cogió dinero como para un mes de una familia entera y lo metió en un sobre. A ese ritmo de gasto aguantarían varios años, tal vez todos los necesarios.
Llamó a la puerta. Abrió uno de los niños. Como si le conociera, le dejó pasar hasta el comedor. Había una silla libre alrededor de la mesa. Se sentó. Y empujó el sobre del dinero entre los platos y los vasos hasta la viuda. Ella lo abrió sin separarlo de la mesa y sopesó el contenido con elegancia, en un instante. Volvía a estar hermosa.
- Así todos los meses. - dijo él.
Después cenaron. Cuando llegó el momento de irse a la cama, la mujer dijo:
- Ahora un beso. Primero a mamá y luego a papá.
Los niños, entre sorprendidos y aliviados, obedecieron.
[seguir leyendo…]
En el microrrelato la epifanía -la emergencia súbita del sentido- no es argumental sino estructural; no está dentro del relato, rodeada de otra sustancia narrativa, sino que constituye el relato mismo, la integridad de su contenido y de su forma. La extensión narrada del microrrelato coincide entonces, exactamente, con el territorio de una epifanía, de una revelación que es, por ello o gracias a ello, siempre de orden temático. Porque la epifanía que constituye el cuento no alumbra su trama sino sus motivos. O por decirlo de otro modo, la epifanía no es en el microrrelato asunto de conciencia -en los personajes- sino conciencia del asunto -para el lector-. Por eso además de fulgurante debe ser concluyente, esto es, situarse al final y desde ahí, en un fogonazo ineludible, orgánico, destapar el tema, sacarlo a relucir.
CAMBIO DE CHAQUETA
Desde la ventana había visto la salida del féretro por la mañana; y a la viuda y los niños, enlutados, volver a casa al atardecer. Sacó del armario una chaqueta parecida a las que el difunto usaba cada día. Se afeitó igual. Luego abrió la caja donde guardaba dinero en efectivo y los extractos de las cuentas corrientes. Cogió dinero como para un mes de una familia entera y lo metió en un sobre. A ese ritmo de gasto aguantarían varios años, tal vez todos los necesarios.
Llamó a la puerta. Abrió uno de los niños. Como si le conociera, le dejó pasar hasta el comedor. Había una silla libre alrededor de la mesa. Se sentó. Y empujó el sobre del dinero entre los platos y los vasos hasta la viuda. Ella lo abrió sin separarlo de la mesa y sopesó el contenido con elegancia, en un instante. Volvía a estar hermosa.
- Así todos los meses. - dijo él.
Después cenaron. Cuando llegó el momento de irse a la cama, la mujer dijo:
- Ahora un beso. Primero a mamá y luego a papá.
Los niños, entre sorprendidos y aliviados, obedecieron.
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Una exploración del bioarte y la biología sintética | Anna Dumitriu
En mi obra se mezclan oficio, tecnología y ciencias biológicas con el propósito de explorar nuestra relación con el mundo microbiano, la biomedicina y la tecnología. En mi calidad de artista en residencia incorporada al Proyecto Modernizador de Microbiología Médica de la Universidad de Oxford, trabajo en estrecha colaboración con una red de científicos, médicos e investigadores. Mientras observo su labor aprendo sus técnicas, y conversando con ellos desarrollo ideas para realizar obras en colaboración inspirándome en sus trabajos. Mi obra utiliza las técnicas de la microbiología como soporte artístico e incorpora técnicas artesanales tradicionales, como el bordado y el teñido natural -con tintes naturalmente antimicrobianos, que en el pasado se usaban como medicinas-, además de técnicas de escultura y bellas artes e incluso tecnologías digitales, como la realidad virtual y la robótica. Si bien me formé en bellas artes, durante los últimos veinte años he adquirido experiencia trabajando en colaboración con científicos, médicos, filósofos y especialistas en cuestiones de ética. Me dejo llevar por mi curiosidad y mis motivaciones estéticas con el objeto de investigar las implicaciones culturales de ámbitos como las enfermedades infecciosas y las nuevas tecnologías; estudio, por ejemplo, la historia de la tuberculosis, el desarrollo de los antibióticos, el aumento de la resistencia a los antimicrobianos y los futuros trabajos para combatirla, que incluyen desde tecnologías de secuenciación del genoma completo hasta la biología sintética. Últimamente he trabajado con el Laboratorio Liu para la Evolución Sintética a fin de estudiar la forma de incorporar los aminoácidos no canónicos en los anticuerpos manipulados por ingeniería genética para curar enfermedades. Gracias a una breve e intensa residencia de dos semanas en el laboratorio, realicé una nueva obra titulada Anticuerpo manipulado genéticamente, que fue exhibida en la exposición WETWARE, comisariada por David Familian y Jens Hauser en el Centro Beall de Arte y Tecnología de la Universidad de California, en Irvine. [seguir leyendo…]
En mi obra se mezclan oficio, tecnología y ciencias biológicas con el propósito de explorar nuestra relación con el mundo microbiano, la biomedicina y la tecnología. En mi calidad de artista en residencia incorporada al Proyecto Modernizador de Microbiología Médica de la Universidad de Oxford, trabajo en estrecha colaboración con una red de científicos, médicos e investigadores. Mientras observo su labor aprendo sus técnicas, y conversando con ellos desarrollo ideas para realizar obras en colaboración inspirándome en sus trabajos. Mi obra utiliza las técnicas de la microbiología como soporte artístico e incorpora técnicas artesanales tradicionales, como el bordado y el teñido natural -con tintes naturalmente antimicrobianos, que en el pasado se usaban como medicinas-, además de técnicas de escultura y bellas artes e incluso tecnologías digitales, como la realidad virtual y la robótica. Si bien me formé en bellas artes, durante los últimos veinte años he adquirido experiencia trabajando en colaboración con científicos, médicos, filósofos y especialistas en cuestiones de ética. Me dejo llevar por mi curiosidad y mis motivaciones estéticas con el objeto de investigar las implicaciones culturales de ámbitos como las enfermedades infecciosas y las nuevas tecnologías; estudio, por ejemplo, la historia de la tuberculosis, el desarrollo de los antibióticos, el aumento de la resistencia a los antimicrobianos y los futuros trabajos para combatirla, que incluyen desde tecnologías de secuenciación del genoma completo hasta la biología sintética. Últimamente he trabajado con el Laboratorio Liu para la Evolución Sintética a fin de estudiar la forma de incorporar los aminoácidos no canónicos en los anticuerpos manipulados por ingeniería genética para curar enfermedades. Gracias a una breve e intensa residencia de dos semanas en el laboratorio, realicé una nueva obra titulada Anticuerpo manipulado genéticamente, que fue exhibida en la exposición WETWARE, comisariada por David Familian y Jens Hauser en el Centro Beall de Arte y Tecnología de la Universidad de California, en Irvine. [seguir leyendo…]
Crear las condiciones: El potencial artístico de un organismo unicelular | Heather Barnett
El moho mucilaginoso, Physarum polycephalum, supone un modelo de organismo bien conceptualizado en diversos campos de la biología, la física, el diseño urbano y la informática. Como ameboide unicelular es un generador de redes muy eficaz, con capacidad de optimizar rutas y resolver problemas de desplazamiento. Puede prever sucesos y recordar dónde ha estado, y todo ello sin órganos de percepción, sistema nervioso central o cerebro. Mi primer contacto con el moho mucilaginoso fue en 2009, cuando el microbiólogo Simon Park me entregó una placa de Petri con una extraña masa amorfa, ramificada y amarilla y me dio unas pocas instrucciones básicas -le gustan las gachas de avena/no le gusta la luz-. Desde entonces he estado colaborando con este organismo fascinante. Se ha convertido en mi material de trabajo en lo relacionado con la co-creación de estudios experimentales, animaciones e imágenes. Supone también un modelo para estudiar los comportamientos colectivos en otros sistemas, y constituye además una metáfora que permite investigar cuestiones relacionadas con la inteligencia colectiva o la capacidad de libre actuación (agency). Así, este organismo, a un tiempo simple y complejo, ofrece un caso de estudio para los principios emergentes que hay en juego en la investigación interdisciplinaria creativa. El moho mucilaginoso comparte las cuatro propiedades fundamentales propias de todo sistema emergente. Concretamente, su capacidad de acoger múltiples interacciones entre agentes; la de generar bucles de realimentación informativa constante entre el sistema colectivo y el medio en que vive; la capacidad de reconocer patrones a partir de estas interacciones; y finalmente la posesión de un principio de autogestión, lo que quiere decir que no hay un sistema de control global que establezca comportamientos y respuestas. En el moho mucilaginoso, cada célula individual opera en colaboración con las que están más próximas. Todas ellas comparten membrana plasmática y el hecho de trabajar como una sola entidad. Dentro del organismo, el canal de comunicación que representa el flujo protoplasmático -la dinámica de oscilación rítmica que tiene lugar dentro de estructuras como las venas- distribuye los nutrientes entre la masa celular, pero también distribuye valiosa información química acerca de las condiciones del entorno. [seguir leyendo…]
El moho mucilaginoso, Physarum polycephalum, supone un modelo de organismo bien conceptualizado en diversos campos de la biología, la física, el diseño urbano y la informática. Como ameboide unicelular es un generador de redes muy eficaz, con capacidad de optimizar rutas y resolver problemas de desplazamiento. Puede prever sucesos y recordar dónde ha estado, y todo ello sin órganos de percepción, sistema nervioso central o cerebro. Mi primer contacto con el moho mucilaginoso fue en 2009, cuando el microbiólogo Simon Park me entregó una placa de Petri con una extraña masa amorfa, ramificada y amarilla y me dio unas pocas instrucciones básicas -le gustan las gachas de avena/no le gusta la luz-. Desde entonces he estado colaborando con este organismo fascinante. Se ha convertido en mi material de trabajo en lo relacionado con la co-creación de estudios experimentales, animaciones e imágenes. Supone también un modelo para estudiar los comportamientos colectivos en otros sistemas, y constituye además una metáfora que permite investigar cuestiones relacionadas con la inteligencia colectiva o la capacidad de libre actuación (agency). Así, este organismo, a un tiempo simple y complejo, ofrece un caso de estudio para los principios emergentes que hay en juego en la investigación interdisciplinaria creativa. El moho mucilaginoso comparte las cuatro propiedades fundamentales propias de todo sistema emergente. Concretamente, su capacidad de acoger múltiples interacciones entre agentes; la de generar bucles de realimentación informativa constante entre el sistema colectivo y el medio en que vive; la capacidad de reconocer patrones a partir de estas interacciones; y finalmente la posesión de un principio de autogestión, lo que quiere decir que no hay un sistema de control global que establezca comportamientos y respuestas. En el moho mucilaginoso, cada célula individual opera en colaboración con las que están más próximas. Todas ellas comparten membrana plasmática y el hecho de trabajar como una sola entidad. Dentro del organismo, el canal de comunicación que representa el flujo protoplasmático -la dinámica de oscilación rítmica que tiene lugar dentro de estructuras como las venas- distribuye los nutrientes entre la masa celular, pero también distribuye valiosa información química acerca de las condiciones del entorno. [seguir leyendo…]
Albert vs. Máquina | Albert Barqué-Duran
La definición y el concepto de "creatividad" son siempre cambiantes, y se vuelven aún más inestables si traspasamos las fronteras de lo humano. Durante la última semana de mayo de 2016, en la exposición Creative Reactions que tuvo lugar en Londres, tuve que enfrentarme y competir con un agente de inteligencia artificial con capacidad para crear. ¿Cuál de los dos sería considerado más creativo? ¿Y cómo podría medirse de un modo científico? ¿Qué potencial tiene el arte creado por máquinas? ¿Podría considerarse realmente creativo o imaginativo? La tecnología es mucho más que aplicaciones y gadgets; es algo que está cambiando profundamente el modo en que las personas se expresan. Es interesante comprobar cómo la investigación sobre las interacciones entre el hombre y la máquina retroalimenta el conocimiento del hombre sobre sí mismo, en tanto que agente creativo, y también el conocimiento relativo a la naturaleza de la propia teoría de los sistemas complejos. La máquina se llama The Painting Fool (el pintor bobo), y es un programa informático que aspira a ser tomado en serio algún día como artista creativo e independiente. Durante más de una década ha sido entrenado por su maestro, el profesor Simon Colton, para crear obras de arte y poemas. Colton es profesor de tecnología de juegos digitales en la Universidad de Falmouth, de creatividad computacional en la Universidad de Londres e investigador del Engineering and Physical Research Council (EPSRC). La máquina utiliza software procedente de los campos del aprendizaje automático, la visión artificial, la inteligencia artificial y la creatividad computacional para desplegar comportamientos que exigen destreza, capacidad de apreciación, imaginación, intencionalidad, responsabilidad y capacidad de aprendizaje. The Painting Fool ha expuesto obras en Londres, París, Lisboa y Bruselas, y ha exhibido su destreza pictórica en lugares como la Cité des Sciences de París o el Science Museum de Londres. Posee varios modos de pintura, de los que quizá el más interesante es aquel en el que lee el periódico y trata de pintar retratos en los que refleja el humor de que le ponen las noticias. En sus últimas obras desarrolla un estilo pictórico en función de aquello que está representando, y es que uno de los aspectos fundamentales de este robot es que no deja de evolucionar artísticamente. [seguir leyendo…]
La definición y el concepto de "creatividad" son siempre cambiantes, y se vuelven aún más inestables si traspasamos las fronteras de lo humano. Durante la última semana de mayo de 2016, en la exposición Creative Reactions que tuvo lugar en Londres, tuve que enfrentarme y competir con un agente de inteligencia artificial con capacidad para crear. ¿Cuál de los dos sería considerado más creativo? ¿Y cómo podría medirse de un modo científico? ¿Qué potencial tiene el arte creado por máquinas? ¿Podría considerarse realmente creativo o imaginativo? La tecnología es mucho más que aplicaciones y gadgets; es algo que está cambiando profundamente el modo en que las personas se expresan. Es interesante comprobar cómo la investigación sobre las interacciones entre el hombre y la máquina retroalimenta el conocimiento del hombre sobre sí mismo, en tanto que agente creativo, y también el conocimiento relativo a la naturaleza de la propia teoría de los sistemas complejos. La máquina se llama The Painting Fool (el pintor bobo), y es un programa informático que aspira a ser tomado en serio algún día como artista creativo e independiente. Durante más de una década ha sido entrenado por su maestro, el profesor Simon Colton, para crear obras de arte y poemas. Colton es profesor de tecnología de juegos digitales en la Universidad de Falmouth, de creatividad computacional en la Universidad de Londres e investigador del Engineering and Physical Research Council (EPSRC). La máquina utiliza software procedente de los campos del aprendizaje automático, la visión artificial, la inteligencia artificial y la creatividad computacional para desplegar comportamientos que exigen destreza, capacidad de apreciación, imaginación, intencionalidad, responsabilidad y capacidad de aprendizaje. The Painting Fool ha expuesto obras en Londres, París, Lisboa y Bruselas, y ha exhibido su destreza pictórica en lugares como la Cité des Sciences de París o el Science Museum de Londres. Posee varios modos de pintura, de los que quizá el más interesante es aquel en el que lee el periódico y trata de pintar retratos en los que refleja el humor de que le ponen las noticias. En sus últimas obras desarrolla un estilo pictórico en función de aquello que está representando, y es que uno de los aspectos fundamentales de este robot es que no deja de evolucionar artísticamente. [seguir leyendo…]
El mejor ejemplo de una transdisciplinariedad práctica: La Cortona Week | Pier Luigi Luisi
Los muchos problemas que afectan a nuestro planeta pueden concebirse en términos sistémicos, en el sentido de que cada uno de ellos condiciona y es condicionado por el resto. Así, la contaminación depende del enorme consumo de energías fósiles, y éste a su vez provoca el calentamiento global, el agujero de ozono, la pérdida de biodiversidad y el envenenamiento de los océanos. Esta forma de producir energía está apoyada además por un puñado de multinacionales, que producen un limitado número de millonarios y una gran masa de desheredados, lo que provoca a su vez movimientos migratorios, desestabiliza las democracias, etc. Se trata de hechos bien conocidos que sin embargo no se abordan con la suficiente seriedad. Y dado que hablamos de una situación sistémica, parece claro que tampoco tiene demasiado sentido tratar de solucionar estos problemas individualmente -por ejemplo, tratando de combatir solamente la contaminación-. Necesitamos una solución sistémica, y para ello necesitamos especialistas que sean capaces de trabajar conforme a esta lógica. En relación a este tema se suele utilizar el término "interdisciplinariedad", o mejor, el de "transdisciplinariedad" -es decir, la capacidad de relacionar disciplinas entre sí-. Por otro lado, nuestros sistemas de educación universitaria forman a jóvenes especialistas en una sola disciplina, y en general no ofrecen a sus licenciados ninguna clave sobre cómo afrontar los problemas globales sobre la base de un enfoque interdisciplinar. La inculcación de principios éticos y espirituales también está ausente de las carreras técnicas de nuestro sistema universitario. Además, la necesidad de poseer un currículum sólido y extenso hace que nuestros graduados y directivos jóvenes estén durante los mejores años de su vida lejos de los valores del arte, la música, la poesía y la introspección personal. Esto conlleva el peligro de crear líderes huecos desde un punto de vista de riqueza interior -aunque por supuesto estamos generalizando y existen algunas notables excepciones-. Esta perspectiva explica por qué en algunas de las más destacadas instituciones académicas existe un interés creciente en los programas transdisciplinares: se aprecia en numerosos congresos de todo el mundo, y también en muchas universidades, donde se ha añadido al currículum de los estudiantes de ciencias algunas horas de filosofía de la ciencia o de arte. Todo ello es positivo, pero no suficiente, y permítanme explicarles brevemente lo que en mi opinión supone una solución mucho mejor, basada en mi propia experiencia personal. [seguir leyendo…]
Los muchos problemas que afectan a nuestro planeta pueden concebirse en términos sistémicos, en el sentido de que cada uno de ellos condiciona y es condicionado por el resto. Así, la contaminación depende del enorme consumo de energías fósiles, y éste a su vez provoca el calentamiento global, el agujero de ozono, la pérdida de biodiversidad y el envenenamiento de los océanos. Esta forma de producir energía está apoyada además por un puñado de multinacionales, que producen un limitado número de millonarios y una gran masa de desheredados, lo que provoca a su vez movimientos migratorios, desestabiliza las democracias, etc. Se trata de hechos bien conocidos que sin embargo no se abordan con la suficiente seriedad. Y dado que hablamos de una situación sistémica, parece claro que tampoco tiene demasiado sentido tratar de solucionar estos problemas individualmente -por ejemplo, tratando de combatir solamente la contaminación-. Necesitamos una solución sistémica, y para ello necesitamos especialistas que sean capaces de trabajar conforme a esta lógica. En relación a este tema se suele utilizar el término "interdisciplinariedad", o mejor, el de "transdisciplinariedad" -es decir, la capacidad de relacionar disciplinas entre sí-. Por otro lado, nuestros sistemas de educación universitaria forman a jóvenes especialistas en una sola disciplina, y en general no ofrecen a sus licenciados ninguna clave sobre cómo afrontar los problemas globales sobre la base de un enfoque interdisciplinar. La inculcación de principios éticos y espirituales también está ausente de las carreras técnicas de nuestro sistema universitario. Además, la necesidad de poseer un currículum sólido y extenso hace que nuestros graduados y directivos jóvenes estén durante los mejores años de su vida lejos de los valores del arte, la música, la poesía y la introspección personal. Esto conlleva el peligro de crear líderes huecos desde un punto de vista de riqueza interior -aunque por supuesto estamos generalizando y existen algunas notables excepciones-. Esta perspectiva explica por qué en algunas de las más destacadas instituciones académicas existe un interés creciente en los programas transdisciplinares: se aprecia en numerosos congresos de todo el mundo, y también en muchas universidades, donde se ha añadido al currículum de los estudiantes de ciencias algunas horas de filosofía de la ciencia o de arte. Todo ello es positivo, pero no suficiente, y permítanme explicarles brevemente lo que en mi opinión supone una solución mucho mejor, basada en mi propia experiencia personal. [seguir leyendo…]