#Cosmos

De las partículas elementales a la inmensidad cósmica
De las partículas elementales a la inmensidad cósmica, la ciencia parece explicarlo todo, o casi todo. Diversas teorías de la física se han ocupado de la estructura del universo organizándolo desde lo infinitamente pequeño hasta lo inconmensurablemente grande. Nunca antes en la historia de la humanidad una determinada visión del mundo había logrado semejante capacidad de explicación y tal poder predictivo como la ciencia moderna. Gran parte del poder de la ciencia radica en la escasa cantidad de principios o hipótesis que necesita para funcionar y ser capaz de construir las grandes "catedrales" del conocimiento. "La ciencia [permite] comprender la realidad con la mínima ideología previa posible" (#Caos y complejidad, #Wagensberg). El pensamiento occidental ha estado marcado desde sus orígenes por la pregunta acerca de la permanencia y el cambio. O más exactamente por cómo explicar el cambio a partir de entidades o leyes inmutables. Desde los primeros pensadores griegos hasta hoy las grandes preguntas acerca del cosmos han sido siempre las mismas: ¿cuáles son los constituyentes últimos de la materia? ¿Qué leyes rigen el movimiento de los cuerpos celestes? ¿Cuál es la naturaleza del espacio y del tiempo? [seguir leyendo…]
De las partículas elementales a la inmensidad cósmica, la ciencia parece explicarlo todo, o casi todo. Diversas teorías de la física se han ocupado de la estructura del universo organizándolo desde lo infinitamente pequeño hasta lo inconmensurablemente grande. Nunca antes en la historia de la humanidad una determinada visión del mundo había logrado semejante capacidad de explicación y tal poder predictivo como la ciencia moderna. Gran parte del poder de la ciencia radica en la escasa cantidad de principios o hipótesis que necesita para funcionar y ser capaz de construir las grandes "catedrales" del conocimiento. "La ciencia [permite] comprender la realidad con la mínima ideología previa posible" (#Caos y complejidad, #Wagensberg). El pensamiento occidental ha estado marcado desde sus orígenes por la pregunta acerca de la permanencia y el cambio. O más exactamente por cómo explicar el cambio a partir de entidades o leyes inmutables. Desde los primeros pensadores griegos hasta hoy las grandes preguntas acerca del cosmos han sido siempre las mismas: ¿cuáles son los constituyentes últimos de la materia? ¿Qué leyes rigen el movimiento de los cuerpos celestes? ¿Cuál es la naturaleza del espacio y del tiempo? [seguir leyendo…]
Magia en cada rincón | Alberto Güijosa
El rasgo más notable de la física moderna es la manera descarada en que contradice al sentido común. La ruptura definitiva ocurrió con la mecánica cuántica a principios del siglo XX. Los electrones y demás objetos microscópicos no son, como tenderíamos a imaginarlos, pequeñas canicas, sino canicas "mágicas". Pueden hacer cosas que los objetos cotidianos no, como estar "indecisos" sobre su posición, novedad encapsulada en el principio de superposición. Y no pueden hacer cosas que los objetos cotidianos sí, como tener una posición y velocidad completamente definidas, novedad resumida en el principio de incertidumbre. Todas estas extrañas propiedades han sido comprobadas en experimentos muy precisos, y la mecánica cuántica constituye hoy en día la base de nuestra tecnología moderna. Actualmente se exploran futuras aplicaciones como el cómputo, la criptografía y la teleportación cuánticas, aprovechando el entrelazamiento cuántico, que permite que objetos arbitrariamente distantes puedan comportarse de manera coordinada.
El otro pilar de la física moderna es la relatividad. Con la relatividad especial aprendimos que el tiempo y el espacio están estrechamente emparentados y pueden transformarse uno en el otro. Es errada la creencia de que sólo el presente existe, mientras que el pasado ya se fue y el futuro todavía no ha llegado. Presente, pasado y futuro coexisten por igual, junto con el espacio, como parte del espacio-tiempo. Con la relatividad general descubrimos que el espacio-tiempo no es un escenario rígido donde tiene lugar la obra de la naturaleza, sino que se deforma en respuesta a lo que ocurre sobre él, como una obra teatral escenificada sobre un trampolín, que se distorsiona conforme los actores se desplazan. Es precisamente esta distorsión o curvatura del espacio-tiempo la que causa la gravedad, dando lugar a tres implicaciones muy conocidas: las ondas gravitacionales, los hoyos negros y el universo en expansión. [seguir leyendo…]
El rasgo más notable de la física moderna es la manera descarada en que contradice al sentido común. La ruptura definitiva ocurrió con la mecánica cuántica a principios del siglo XX. Los electrones y demás objetos microscópicos no son, como tenderíamos a imaginarlos, pequeñas canicas, sino canicas "mágicas". Pueden hacer cosas que los objetos cotidianos no, como estar "indecisos" sobre su posición, novedad encapsulada en el principio de superposición. Y no pueden hacer cosas que los objetos cotidianos sí, como tener una posición y velocidad completamente definidas, novedad resumida en el principio de incertidumbre. Todas estas extrañas propiedades han sido comprobadas en experimentos muy precisos, y la mecánica cuántica constituye hoy en día la base de nuestra tecnología moderna. Actualmente se exploran futuras aplicaciones como el cómputo, la criptografía y la teleportación cuánticas, aprovechando el entrelazamiento cuántico, que permite que objetos arbitrariamente distantes puedan comportarse de manera coordinada.
El otro pilar de la física moderna es la relatividad. Con la relatividad especial aprendimos que el tiempo y el espacio están estrechamente emparentados y pueden transformarse uno en el otro. Es errada la creencia de que sólo el presente existe, mientras que el pasado ya se fue y el futuro todavía no ha llegado. Presente, pasado y futuro coexisten por igual, junto con el espacio, como parte del espacio-tiempo. Con la relatividad general descubrimos que el espacio-tiempo no es un escenario rígido donde tiene lugar la obra de la naturaleza, sino que se deforma en respuesta a lo que ocurre sobre él, como una obra teatral escenificada sobre un trampolín, que se distorsiona conforme los actores se desplazan. Es precisamente esta distorsión o curvatura del espacio-tiempo la que causa la gravedad, dando lugar a tres implicaciones muy conocidas: las ondas gravitacionales, los hoyos negros y el universo en expansión. [seguir leyendo…]
Niveles de Realidad y vacío cuántico | Basarab Nicolescu
La física contemporánea está obsesionada con la visión de la unidad del mundo. El camino recorrido entre el viejo sueño de unificación de Einstein y las teorías actuales sobre las partículas elementales, que tienden a una unificación de todas las interacciones físicas conocidas, ha sido largo. Este camino se distinguió muy pronto por el reconocimiento de una discontinuidad de las leyes físicas que caracterizan los distintos niveles de Realidad: las leyes que actúan en un nivel dejan de ser pertinentes en otro nivel. Pero, al mismo tiempo, el salto hacia leyes nuevas no es totalmente discontinuo. Hay cierta continuidad, cierta relación entre los distintos niveles, lo cual sólo se ha revelado completamente en la escala de lo infinitamente pequeño: la escala de las partículas elementales. Es por ello que estas partículas resultan fascinantes, porque de lo contrario no serían otra cosa que simples vestigios de materia, como los puntos sobre un enorme lienzo de un gran pintor, que no pueden transmitirnos nada acerca de la belleza del cuadro como un todo. Paradójicamente, la física del siglo XX mostró lo que ocurre en la escala de lo infinitamente pequeño y esto puede explicar lo que sucede en la escala cosmológica, la de lo infinitamente grande. En una genuina autoprotección del secreto, esta asimetría estructural hacia la escala de lo infinitamente pequeño, hacia lo invisible, es uno de los aspectos más perturbadores de la física moderna. El descubrimiento experimental tangible de una escala invisible a los sentidos, la escala cuántica, cuyas leyes son muy diferentes de aquellas que rigen la escala visible de nuestra vida cotidiana, fue posiblemente la contribución más importante de la ciencia moderna al conocimiento humano. El nuevo concepto que emergió -el de los niveles de Realidad- se cuenta entre los conceptos capaces de crear una nueva visión del mundo. [seguir leyendo…]
La física contemporánea está obsesionada con la visión de la unidad del mundo. El camino recorrido entre el viejo sueño de unificación de Einstein y las teorías actuales sobre las partículas elementales, que tienden a una unificación de todas las interacciones físicas conocidas, ha sido largo. Este camino se distinguió muy pronto por el reconocimiento de una discontinuidad de las leyes físicas que caracterizan los distintos niveles de Realidad: las leyes que actúan en un nivel dejan de ser pertinentes en otro nivel. Pero, al mismo tiempo, el salto hacia leyes nuevas no es totalmente discontinuo. Hay cierta continuidad, cierta relación entre los distintos niveles, lo cual sólo se ha revelado completamente en la escala de lo infinitamente pequeño: la escala de las partículas elementales. Es por ello que estas partículas resultan fascinantes, porque de lo contrario no serían otra cosa que simples vestigios de materia, como los puntos sobre un enorme lienzo de un gran pintor, que no pueden transmitirnos nada acerca de la belleza del cuadro como un todo. Paradójicamente, la física del siglo XX mostró lo que ocurre en la escala de lo infinitamente pequeño y esto puede explicar lo que sucede en la escala cosmológica, la de lo infinitamente grande. En una genuina autoprotección del secreto, esta asimetría estructural hacia la escala de lo infinitamente pequeño, hacia lo invisible, es uno de los aspectos más perturbadores de la física moderna. El descubrimiento experimental tangible de una escala invisible a los sentidos, la escala cuántica, cuyas leyes son muy diferentes de aquellas que rigen la escala visible de nuestra vida cotidiana, fue posiblemente la contribución más importante de la ciencia moderna al conocimiento humano. El nuevo concepto que emergió -el de los niveles de Realidad- se cuenta entre los conceptos capaces de crear una nueva visión del mundo. [seguir leyendo…]
Noches estrelladas | Juan José Gómez Cadenas
Un hombre mira al cielo, tachonado de estrellas. Su aspecto físico en nada se diferencia del nuestro, pero su mundo es muy diferente al que conocemos. Cazador, recolector, carroñero si se tercia, merodea con su tribu por las desoladas estepas de una Europa invadida por el hielo, sobreviviendo a duras penas en un ecosistema que apenas ha tomado nota de su presencia. Su enorme cerebro aún no parece serle de gran utilidad y a menudo le supone un lastre. Quizás mira las estrellas y divaga sobre qué o quienes son, para evadirse de la ansiedad que le provoca ese exceso de procesos mentales burbujeando en su cabeza. Mira a las estrellas y decide que son hogueras que brillan en la noche, fuegos de campamento de las tribus celestiales. Sin saberlo, acaba de inventar la religión y también la primera teoría cosmológica. Ambas tienen en común una noción que el cazador todavía no sabe nombrar. Su extraña mente, acaso un daño colateral de la tremenda maquinaria neuronal que "el relojero ciego" ha diseñado para su especie, vislumbra el mundo que le rodea como un lugar caótico, puede que haciéndose eco de su propio caos interior. Pero también percibe el hecho asombroso de que existe un orden subyacente al caos, presente en la inmensidad del cielo nocturno. Cincuenta milenios más tarde, el físico inglés Paul Dirac examina las implicaciones de una ecuación que ha inventado para describir el movimiento de electrones que viajan a velocidades comparables a las de la luz. Nada nos cuesta imaginárnoslo en su estudio, una noche de 1928, quizás tan estrellada como aquella de hace cincuenta mil años. [seguir leyendo…]
Un hombre mira al cielo, tachonado de estrellas. Su aspecto físico en nada se diferencia del nuestro, pero su mundo es muy diferente al que conocemos. Cazador, recolector, carroñero si se tercia, merodea con su tribu por las desoladas estepas de una Europa invadida por el hielo, sobreviviendo a duras penas en un ecosistema que apenas ha tomado nota de su presencia. Su enorme cerebro aún no parece serle de gran utilidad y a menudo le supone un lastre. Quizás mira las estrellas y divaga sobre qué o quienes son, para evadirse de la ansiedad que le provoca ese exceso de procesos mentales burbujeando en su cabeza. Mira a las estrellas y decide que son hogueras que brillan en la noche, fuegos de campamento de las tribus celestiales. Sin saberlo, acaba de inventar la religión y también la primera teoría cosmológica. Ambas tienen en común una noción que el cazador todavía no sabe nombrar. Su extraña mente, acaso un daño colateral de la tremenda maquinaria neuronal que "el relojero ciego" ha diseñado para su especie, vislumbra el mundo que le rodea como un lugar caótico, puede que haciéndose eco de su propio caos interior. Pero también percibe el hecho asombroso de que existe un orden subyacente al caos, presente en la inmensidad del cielo nocturno. Cincuenta milenios más tarde, el físico inglés Paul Dirac examina las implicaciones de una ecuación que ha inventado para describir el movimiento de electrones que viajan a velocidades comparables a las de la luz. Nada nos cuesta imaginárnoslo en su estudio, una noche de 1928, quizás tan estrellada como aquella de hace cincuenta mil años. [seguir leyendo…]
Ondas, partículas y todo lo contrario | Jaume Navarro
"¡Pobre ciencia, si eso es ciencia, reducida al papel de mero péndulo y en eterna oscilación! ¿Dónde están entonces los principios inmutables, invariables, inconmovibles de la ciencia, que aun los mismos deterministas admiten, o mejor dicho, que los deterministas más que nadie deben admitir?". La ironía triunfalista del jesuita Eustaquio Ugarte de la Ercilla en 1918 se refiere a la aceptación desesperanzada por parte de Henri Poincaré de que la física debía contentarse con oscilar entre las explicaciones ondulatorias y las corpusculares de los fenómenos de radiación. La desesperación de muchos físicos en la década de 1920 ante esa dualidad es patente en personajes como William Lawrence Bragg, a quien se atribuye el dicho de que "los lunes, miércoles y viernes Dios utiliza la teoría ondulatoria para la electrodinámica, y los martes, jueves y sábados el demonio utiliza la teoría cuántica", o Joseph John Thomson, cuya imagen era la de "una batalla entre un tigre y un tiburón: cada uno reina en su propio elemento, pero es inútil en el del otro". Y es que, admitámoslo, hoy en día la idea de que la luz es una onda y una partícula a la vez está ampliamente extendida, hasta el punto de formar -junto con el principio de incertidumbre de Heisenberg- uno de los lugares comunes del imaginario colectivo de la física cuántica. Esa dualidad se presenta como algo misterioso y, a la vez, como parte del sentido común de la física moderna. Para que esto acabara siendo así, sin embargo, los protagonistas de la llamada revolución cuántica tuvieron que echar mano de algunas de las estrategias literarias que la escritura de su tiempo les proporcionaba. [seguir leyendo…]
"¡Pobre ciencia, si eso es ciencia, reducida al papel de mero péndulo y en eterna oscilación! ¿Dónde están entonces los principios inmutables, invariables, inconmovibles de la ciencia, que aun los mismos deterministas admiten, o mejor dicho, que los deterministas más que nadie deben admitir?". La ironía triunfalista del jesuita Eustaquio Ugarte de la Ercilla en 1918 se refiere a la aceptación desesperanzada por parte de Henri Poincaré de que la física debía contentarse con oscilar entre las explicaciones ondulatorias y las corpusculares de los fenómenos de radiación. La desesperación de muchos físicos en la década de 1920 ante esa dualidad es patente en personajes como William Lawrence Bragg, a quien se atribuye el dicho de que "los lunes, miércoles y viernes Dios utiliza la teoría ondulatoria para la electrodinámica, y los martes, jueves y sábados el demonio utiliza la teoría cuántica", o Joseph John Thomson, cuya imagen era la de "una batalla entre un tigre y un tiburón: cada uno reina en su propio elemento, pero es inútil en el del otro". Y es que, admitámoslo, hoy en día la idea de que la luz es una onda y una partícula a la vez está ampliamente extendida, hasta el punto de formar -junto con el principio de incertidumbre de Heisenberg- uno de los lugares comunes del imaginario colectivo de la física cuántica. Esa dualidad se presenta como algo misterioso y, a la vez, como parte del sentido común de la física moderna. Para que esto acabara siendo así, sin embargo, los protagonistas de la llamada revolución cuántica tuvieron que echar mano de algunas de las estrategias literarias que la escritura de su tiempo les proporcionaba. [seguir leyendo…]
Sincretismo en el Cántico cósmico de Ernesto Cardenal | Catalina García García-Herreros
Desasida del lenguaje matemático que la sostiene, la física suele saltar al ruedo de la comprensión común vestida de llamativas metáforas. Se viste, entonces, de poesía, para ser apenas entrevista por quienes desconocen su lenguaje. La exacta comprensión -la comprensión no metafórica- de la ciencia física requiere el conocimiento del lenguaje matemático. Así, la aprehensión no literaria -no sujeta a interpretaciones narradas con palabras- de la mecánica cuántica está fuera del alcance de quien no sepa leer la ecuación de Schrödinger. Eximir a la física de su anclaje matemático permite la divulgación de contenidos que, por ser inasibles desde la perspectiva del sentido común, suelen ser mitificados y mistificados por protocolos comunicativos que los vacían de su cientificidad. Sucede así que la ciencia, por una paradójica vuelta de tuerca, deviene en mito susceptible de ser narrado por cualquier construcción ficcional literaria que, en la mayoría de los casos, hará impune uso del lexicón científico para embaucar y para inflarse. A veces, sin embargo, la igualación de ciencia y mito organiza nuevos sentidos que, no por ser acientíficos, resultan menos relevantes o menos reveladores de todo cuanto la literatura puede descubrir cuando se decide a explorar, hurgando en greda de palabras, el ámbito de la experiencia humana. Es el caso de Cántico cósmico, un monumento textual construido por Ernesto Cardenal con exquisita intención filosófica. [seguir leyendo…]
Desasida del lenguaje matemático que la sostiene, la física suele saltar al ruedo de la comprensión común vestida de llamativas metáforas. Se viste, entonces, de poesía, para ser apenas entrevista por quienes desconocen su lenguaje. La exacta comprensión -la comprensión no metafórica- de la ciencia física requiere el conocimiento del lenguaje matemático. Así, la aprehensión no literaria -no sujeta a interpretaciones narradas con palabras- de la mecánica cuántica está fuera del alcance de quien no sepa leer la ecuación de Schrödinger. Eximir a la física de su anclaje matemático permite la divulgación de contenidos que, por ser inasibles desde la perspectiva del sentido común, suelen ser mitificados y mistificados por protocolos comunicativos que los vacían de su cientificidad. Sucede así que la ciencia, por una paradójica vuelta de tuerca, deviene en mito susceptible de ser narrado por cualquier construcción ficcional literaria que, en la mayoría de los casos, hará impune uso del lexicón científico para embaucar y para inflarse. A veces, sin embargo, la igualación de ciencia y mito organiza nuevos sentidos que, no por ser acientíficos, resultan menos relevantes o menos reveladores de todo cuanto la literatura puede descubrir cuando se decide a explorar, hurgando en greda de palabras, el ámbito de la experiencia humana. Es el caso de Cántico cósmico, un monumento textual construido por Ernesto Cardenal con exquisita intención filosófica. [seguir leyendo…]
Corona del Sol | Jairo Rojas Rojas
Mirándolo bien
: a 5km., hacia arriba de los pies de Iro Zau Lunar,
se llega
a una tierra roja. Ahí los niños nacen cada vez que despiertan
y las rocas que colocan
una encima de la otra (en círculo)
forman la base del cosmos.
Así nace Todo y ellos tendrán que recordar que cada roca
tiene algo de la otra, (olvidada)
de la savia hirviente
del mar, la niebla
y la luz.
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Mirándolo bien
: a 5km., hacia arriba de los pies de Iro Zau Lunar,
se llega
a una tierra roja. Ahí los niños nacen cada vez que despiertan
y las rocas que colocan
una encima de la otra (en círculo)
forman la base del cosmos.
Así nace Todo y ellos tendrán que recordar que cada roca
tiene algo de la otra, (olvidada)
de la savia hirviente
del mar, la niebla
y la luz.
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Más allá de cierta densidad | Gilles Cyr
La hierba crece
lo concibo
¿y ahora qué?
toda la brecha
unas galaxias
al parecer se alejan
(de nosotros)
tanto más rápido
cuanto más distantes se hallan
(de nosotros)
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La hierba crece
lo concibo
¿y ahora qué?
toda la brecha
unas galaxias
al parecer se alejan
(de nosotros)
tanto más rápido
cuanto más distantes se hallan
(de nosotros)
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Jugando con ecuaciones | Luca Pozzi
Los mundos paralelos existen y a veces, como sucede ahora mismo, se comunican entre sí. Como "artista", siempre he mirado la realidad a través del filtro del arte, pero un día tropecé con una frase de Paul Dirac que cambió profundamente mi manera de ver las cosas. La frase en cuestión era en realidad la respuesta de Dirac a esta pregunta: "¿cómo hace usted para descubrir nuevas leyes de la naturaleza?", Dirac contestó: "jugando con ecuaciones… Las distintas maneras de escribir la misma ecuación pueden sugerir muchas cosas diferentes, incluso si son lógicamente equivalentes". En esa época yo estudiaba en la Academia de Bellas Artes de Brera, en Milán, y me pareció que la reflexión de un matemático sobre su investigación y su procedimiento coincidía perfectamente con una actitud que implicara un estado de ánimo más receptivo y que pudiera aplicarse a otros campos del conocimiento, o por lo menos al mío. Obviamente, sin saber matemáticas yo era incapaz de apreciar la belleza del trabajo "formal" de Dirac, pero entendí perfectamente lo que se siente al lidiar con una gramática maravillosa que por un lado tiene reglas y por otro invita al "jugador" a trascenderlas con estilo, belleza, originalidad y elegancia a fin de descubrir nuevas posibilidades implícitas en el lenguaje y, de una manera más general, en nuestra realidad. [seguir leyendo…]
Los mundos paralelos existen y a veces, como sucede ahora mismo, se comunican entre sí. Como "artista", siempre he mirado la realidad a través del filtro del arte, pero un día tropecé con una frase de Paul Dirac que cambió profundamente mi manera de ver las cosas. La frase en cuestión era en realidad la respuesta de Dirac a esta pregunta: "¿cómo hace usted para descubrir nuevas leyes de la naturaleza?", Dirac contestó: "jugando con ecuaciones… Las distintas maneras de escribir la misma ecuación pueden sugerir muchas cosas diferentes, incluso si son lógicamente equivalentes". En esa época yo estudiaba en la Academia de Bellas Artes de Brera, en Milán, y me pareció que la reflexión de un matemático sobre su investigación y su procedimiento coincidía perfectamente con una actitud que implicara un estado de ánimo más receptivo y que pudiera aplicarse a otros campos del conocimiento, o por lo menos al mío. Obviamente, sin saber matemáticas yo era incapaz de apreciar la belleza del trabajo "formal" de Dirac, pero entendí perfectamente lo que se siente al lidiar con una gramática maravillosa que por un lado tiene reglas y por otro invita al "jugador" a trascenderlas con estilo, belleza, originalidad y elegancia a fin de descubrir nuevas posibilidades implícitas en el lenguaje y, de una manera más general, en nuestra realidad. [seguir leyendo…]
Re(con)figurando el CERN | Ariane Koek
Espacio. Tiempo. Materia. Los componentes de la física cuántica. Los componentes, también, de la creatividad y de los proyectos artísticos. Karen Barad, una física convertida en filósofa, postula que el cosmos está en un estado de intra-acción permanente. El arte y la ciencia están involucrados por igual en un proceso continuo de llegar a ser y reconfigurarse, por lo que dependen uno del otro. Ningún espacio físico, filosófico o cultural puede contenerse a sí mismo completamente; sólo existe dentro o fuera del otro y porque el otro existe, de conformidad con la reformulación del pensamiento del físico danés Niels Bohr hecha por Karen Barad. Cuando en 2009 tuve la idea de reconfigurar el CERN (Centro Europeo de Investigación Nuclear) como uno de los principales centros de investigación fundamental del mundo con capacidad para realizar sus propios experimentos artísticos y científicos, lo que hice fue poner en intra-acción la filosofía de Karen Barad y reafirmar la noción de cultura como la suma del arte, la ciencia y la tecnología, encuadrando la ciencia dentro del marco cultural al cual pertenece. Después de todo, la cultura es la manera que tenemos los seres humanos de expresar por qué y cómo estamos en el mundo, y el arte, la ciencia y la tecnología, lo hacen de maneras distintas. El programa Arts@CERN, que concebí, inicié y dirigí hasta 2015, se centró en el proceso de generación de investigaciones tanto científicas como artísticas y no en resultados o productos. [seguir leyendo…]
Espacio. Tiempo. Materia. Los componentes de la física cuántica. Los componentes, también, de la creatividad y de los proyectos artísticos. Karen Barad, una física convertida en filósofa, postula que el cosmos está en un estado de intra-acción permanente. El arte y la ciencia están involucrados por igual en un proceso continuo de llegar a ser y reconfigurarse, por lo que dependen uno del otro. Ningún espacio físico, filosófico o cultural puede contenerse a sí mismo completamente; sólo existe dentro o fuera del otro y porque el otro existe, de conformidad con la reformulación del pensamiento del físico danés Niels Bohr hecha por Karen Barad. Cuando en 2009 tuve la idea de reconfigurar el CERN (Centro Europeo de Investigación Nuclear) como uno de los principales centros de investigación fundamental del mundo con capacidad para realizar sus propios experimentos artísticos y científicos, lo que hice fue poner en intra-acción la filosofía de Karen Barad y reafirmar la noción de cultura como la suma del arte, la ciencia y la tecnología, encuadrando la ciencia dentro del marco cultural al cual pertenece. Después de todo, la cultura es la manera que tenemos los seres humanos de expresar por qué y cómo estamos en el mundo, y el arte, la ciencia y la tecnología, lo hacen de maneras distintas. El programa Arts@CERN, que concebí, inicié y dirigí hasta 2015, se centró en el proceso de generación de investigaciones tanto científicas como artísticas y no en resultados o productos. [seguir leyendo…]
La investigación de satélites perdidos: Narrativas de la cultura oscura | Poe Johnson y Roger F. Malina
Los astrónomos están avergonzados. Han descubierto que la mayor parte del universo no emite luz, sino que se compone de materia "oscura". Durante miles de años han estado estudiando el universo, y todo para descubrir que lo único que realmente podían cartografiar eran luces decorativas. Hoy se están desarrollando nuevos métodos de observación; el reciente descubrimiento de las ondas gravitacionales abre la puerta a estudiar un universo frente al que antes éramos ciegos. El hallazgo de la materia oscura es un recordatorio de hasta qué punto nuestro conocimiento depende del método de observación. A través del proyecto Leonardo Pioneers and Pathbreakers queremos documentar el trabajo de los precursores de la comunidad arte-ciencia-tecnología. Estamos colaborando sobre todo con aquellos que trabajaron en los años sesenta, setenta y ochenta. Publicamos su trabajo a través de la revista Leonardo, una publicación académica revisada por pares, y Creative Disturbance, una plataforma virtual de acceso público. A medida que avanzábamos nos íbamos dando cuenta de que habíamos pasado por alto buena parte de las obras importantes. La actividad de los campos de interacción arte-ciencia-tecnología, como ocurre en la mayoría de campos interdisciplinares, suele ser ignorada por las grandes instituciones. Buena parte de esta actividad se desarrolla en ámbitos extraacadémicos, y la academia es conocida por su prejuicio sistemático contra grupos como las mujeres o las minorías. La academia, además, controla la mayoría de mecanismos de publicación. Y la revista Leonardo es parte de ese sistema. [seguir leyendo…]
Los astrónomos están avergonzados. Han descubierto que la mayor parte del universo no emite luz, sino que se compone de materia "oscura". Durante miles de años han estado estudiando el universo, y todo para descubrir que lo único que realmente podían cartografiar eran luces decorativas. Hoy se están desarrollando nuevos métodos de observación; el reciente descubrimiento de las ondas gravitacionales abre la puerta a estudiar un universo frente al que antes éramos ciegos. El hallazgo de la materia oscura es un recordatorio de hasta qué punto nuestro conocimiento depende del método de observación. A través del proyecto Leonardo Pioneers and Pathbreakers queremos documentar el trabajo de los precursores de la comunidad arte-ciencia-tecnología. Estamos colaborando sobre todo con aquellos que trabajaron en los años sesenta, setenta y ochenta. Publicamos su trabajo a través de la revista Leonardo, una publicación académica revisada por pares, y Creative Disturbance, una plataforma virtual de acceso público. A medida que avanzábamos nos íbamos dando cuenta de que habíamos pasado por alto buena parte de las obras importantes. La actividad de los campos de interacción arte-ciencia-tecnología, como ocurre en la mayoría de campos interdisciplinares, suele ser ignorada por las grandes instituciones. Buena parte de esta actividad se desarrolla en ámbitos extraacadémicos, y la academia es conocida por su prejuicio sistemático contra grupos como las mujeres o las minorías. La academia, además, controla la mayoría de mecanismos de publicación. Y la revista Leonardo es parte de ese sistema. [seguir leyendo…]